Anónimo
Anónimo
Me senté... o se sentó ella. La verdad no recuerdo o suelo prestar poca atención a las cosas. El tema es que en un momento estábamos a diferentes alturas. La luz de la ventana era escasa... como por las mañanas muy temprano... o por las noches algo tarde. Se podría decir que no se escuchaba ni el vuelo de una mosca. Pero en realidad la ciudad tiene sus ruidos siempre... y así, nunca se calla. No importaba. Sobraba universo entre paredes como para detenerse a pensar. Eso. Nadie pensaba. Eran solo dos miradas en algún ángulo absurdo determinado por absurdas circunstancias. Quise decir muchas cosas. Pero como es costumbre cuando quiero hablar no uso ni mayúsculas ni acentos.
Cuando descubrís que el universo no tiene límites y llamarlo infinito es ponerle el más absurdo de ellos, te das cuenta de dos cosas. El tiempo pierde su razón de ser. Y vos perdiste el tiempo.
Deje tanto de lado que algunas veces me quedo mirando las comas... más de lo que debo, más que un punto y coma, más que un punto... más que tres puntos. Tanto, Que algunas veces parece punto final.
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Anónimo


No se puede afirmar
que me engañaba cuando me mentía.
se llamaba Osadía
y desde el primer día
tuvo la cobardía de avisar.

Quien tiene siete vidas
y dos ojos de gata callejera
no se va con cualquiera.
De su noche se espera
un broche de promesas incumplidas.

Mejor no equivocarse
no me pidas jamás lo que no doy
ya sabes cómo soy y si quieres me voy
dijo cuando acabo de desnudarse.

Ya ves
llegar a fin de mes
no era con ella asunto de dinero
se trataba más bien de merecer
un tren de pasajeros,
el tsunami de un mar hecho mujer
dispuesto en cada ola a renacer.
Se llamaba Herejía
cómo voy a saber
si me engañaba cuando me mentía.

Maestra en confundir
al diablo y al rey de los altares,
me citaba en los bares
con fuegos malabares
y luego se olvidaba de acudir.

La mañana y la tarde,
qué vaivén entre alarde y agonía,
todo lo confundía
su swing, porque sabía
mirar como un crepúsculo que arde.

Callada por respuesta
cuando jugué al dolor de corazón.
Su boca era un buzón de voz sin
compasión
dormido hasta la hora de la siesta.

Ya ves,
llegar a fin de mes
no era con ella asunto de intendencia.
se trataba más bien de comprender
la pura impertinencia
del sol cuando se cansa de asombrar,
del mostrador a la hora de cerrar.
Se llamaba ironía
y no puedo jurar
que me engañaba cuando me mentía.

Ya ves,
llegar a fin de mes
no era firmar un parte de sucesos,
se trataba más bien de envejecer
huérfano de sus besos
con fantasmas que aprenden a
crecer,
abrazos que se mueren por volver,
Se llamaba utopía,
me gusta imaginar
que me engañó cuando se despedía.
que me engañó cuando se despedía.



nombres impropios - joaquin